¿Cómo será el mundo dentro de 50 años? Nadie lo sabe. Si extrapolamos los actuales índices de crecimiento de los países en desarrollo como China, India y el resto de los países en el sureste de Asía, sin olvidar América Latina o Europa del Este, tendremos cientos de millones de automóviles, televisores, frigoríficos, lavadoras, viajes de turismo, etcétera más que hoy. La aspiración de todos a un nivel de consumo parecido al que existe en el mundo occidental está legitimada.
¿Pero, tendremos los recursos? ¿Aguantará el ecosistema? ¿Sobrevivirá la madre tierra? Robert Aumann, uno de los ganadores del premio Nobel de Economía 2005, ha estudiado la (necesaria) vinculación muy potente entre pasado y futuro para cambiar el resultado de los juegos repetitivos, como por ejemplo, el consumo. Si en nuestras decisiones de consumo de hoy tenemos en cuenta las decisiones en el pasado de los demás podremos controlar la noria del consumo.
Hoy, el consumo parece dominado por este juego llamado prisoner's dilemma: aunque estuviéramos de acuerdo en cambiar nuestros hábitos de consumo, preferimos que los demás lo cambien (y nosotros no) y al final nadie lo cambia y la noria sigue con todas sus consecuencias. Como alternativa podemos decidir democráticamente qué y cuánto podemos consumir, pero para esto también debemos tener claro cómo queremos que sea el mundo dentro de 50 años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 3 de noviembre de 2005