Sorprendida me quedé con la lectura de EL PAÍS del día 23 de octubre. Primero, referente a la cama diminuta de Jane Fonda, donde duerme con sus dos nietos, su perro y su gato. Esto está bien, pero ¿por qué no se compra una cama más grande como yo hice, ya que tengo parecidas circunstancias con ella?
Segundo, y esto ocurrió al filo de la noche, cosa que hizo desvelarme, que en Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío, Unidad de Psiquiatría, ejerce desde hace nueve meses una terapeuta ocupacional que está ejecutando con los pacientes un programa maravilloso. Seguro que sí, que esta profesional lo está haciendo muy bien y desde aquí la felicito, pero quiero comunicar que yo fui su antecesora en el cargo que ahora ella ocupa y que lo desarrollé durante 18 años. ¿Qué hice yo durante ese tiempo? Aquí está mi sorpresa, mi disociación y mi desvelo. ¿Por qué no me expedientaron ante mi ineficacia esperando tanto tiempo a cumplir mi feliz jubilación? Éste hubiera sido el deber de los jerarcas. Pero bueno, esperemos que el relator de la crónica haya cometido un error de omisión porque yo también desarrollé mi programa y muy parecido al de Carmen Naranjo. De Heine ningún paciente me habló, pero yo tampoco lo he leído y del Quijote, por supuesto que sí se habló pero no con el fervor de ahora en su aniversario. En mi "taller de comunicación" se abordaban todos los temas de la vida diaria del paciente, tanto cotidianos y comunes a todos ellos como cómo es el coste de la vida, vestuario, cocina, como temas de interés político, social y cultural y el periódico, por supuesto, estaba en la mesa todas las mañanas y costeado por mí. Yo he tenido vínculo con mis pacientes y con la colaboración de mi compañera de trabajo, Laura Sánchez Medel, los pacientes han tenido una buena atención ocupacional y doy fe de ello cuando, al cabo de dos años de ausencia, me saludan y me abrazan con la chispa del cariño en los ojos. Anécdotas para contar también tengo muchas. Finalmente, quiero comentar que en la foto que ilustra la crónica Un ejercicio de realidad no hay ni un paciente, todo es personal sanitario. Doblemente sorprendida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de noviembre de 2005