La categoría se les supone a los dos: varía el punto de cocción. El uno, claro futurible de nuestro jazz, está aún en estado semicrudo; el otro, veterano curtido en mil batallas, se halla a punto de caramelo.
El uno se llama Javier Vercher, es valenciano, aunque vive en Nueva York, y la misma noche del concierto le fue concedido el Premio al Músico Revelación Tete Montoliu, otorgado por la Fundación Autor y la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). El otro vive también en Estados Unidos, aunque tampoco nació en aquel país: si a Dave Holland no le han concedido ningún premio es porque le basta con dar su nombre a uno de los combos más sobresalientes de la contemporaneidad jazzística. El paradigma de un jazz moderno, equilibrado y en su justo punto de salazón. El producto del trabajo en equipo: cinco para uno y uno para cinco. La música del quinteto nace a cada nueva composición y crece en la medida en que el solista de turno lo permite, sujeta a una mecánica inescrutable que se repite tema tras tema y viene propulsada desde la batería ciclotímica de Nate Smith. Música altamente exigente, no la puede tocar cualquiera y no todo el mundo está en posición de disfrutarla cual corresponde. Hace falta algo de paciencia y que a uno le guste el jazz, lo que no es tan frecuente como parece. También hace falta una sección rítmica que responda, y esto es, justamente, lo que no tiene Vercher.
Javier Vercher Group / Dave Holland Quintet
Dave Holland, contrabajo; Steve Nelson, vibráfono; Robin Eubanks, trombón; Chris Potter, saxos; Nate Smith, batería; Javier Vercher, saxo tenor. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 3 de noviembre.
Por lo escuchado, el valenciano carece de un respaldo convincente, o acaso lo tenga, pero a su gusto. No se trata de cargar contra quienes le acompañan, excelentes músicos tan jóvenes como el líder, y muy especialmente el batería Brannen Temple; algo menos el contrabajista Chris Van Voorst Van Best: largo nombre para tan poco músico. Más bien es lo que tocan y cómo lo tocan y cuánto se deriva de ello. Tras un inicio avasallador, el recital del valenciano consistió en un plácido discurrir sobre un repertorio demasiado igual a sí mismo, sin sobresaltos ni contrastes. Hermoso pero alarmantemente flojo de remos. Vercher lo hace todo bonito, y hasta donde se intuye, incluso tiene sus ideas propias que, acaso, puedan florecer en algo original. Habrá que darle tiempo: es músico joven y aún tiene que inventarse a sí mismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de noviembre de 2005