Hoy, igual que ayer, sigo sin sentirme independentista a pesar de que a veces parece que me empujan a ello. Me siento catalana y española, y no por ello me considero diferente a pesar de que algunos crean que ambas cosas son incompatibles. Defiendo la España plural, que creo que ya fue aceptada por la mayoría en 1978, ante la España uniforme que defiende el PP. No considero que el proyecto de reforma del Estatut sea una declaración de independencia, ni siquiera un primer paso; no creo que sea insolidario puesto que el progreso ha sido extensible a todos los territorios de España desde el inicio de la democracia, y de acuerdo con ello es necesario adaptar las cuotas de solidaridad interterritoriales; creo que el texto se puede mejorar y por ello aplaudo a los que están dispuestos a hablar y negociar.
Entiendo que los nacionalismos extremos se alimentan mutuamente, y si no a las palabras de Carod Rovira me remito: "Cada vez que habla de mí, mi partido aumenta el número de votos". ¿Es eso lo que quieren?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 6 de noviembre de 2005