La reforma del Estatuto catalán ha generado un alud de reacciones irracionales. Una de ellas es el temor al término nación, que no debería asustar a nadie ya que sólo basta recordar un poco de historia para ser consciente del origen inmediato de España en los viejos reinos medievales. Realmente más me preocupa en qué medida puede afectar esta propuesta al principio de igualdad y solidaridad entre los españoles.
Por cierto, para ira y miedo, la desorbitada respuesta de muchos sectores. En cualquier caso ninguna de estas reacciones permite tener la mente clara para razonar y actuar, cosas que necesitamos para discutir civilizadamente sobre la reforma.
Tendríamos que examinar si esta reforma responde a lo que desean realmente los catalanes. A pesar de ser respaldada por un 90% de los escaños del Parlament, la propuesta da la impresión de ser una gigantesca operación de mercadotecnia en la que los políticos han querido salir en la foto, lavándose las manos del problema que le han pasado a Madrid..
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de noviembre de 2005