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CARTAS AL DIRECTOR

Sobre la princesa hembra

Refiriéndose a mi columna sobre la eventual sucesión a la corona de España, Soledad Gallego Díaz reprocha mi actitud machista. No creo serlo, pero si fui mal entendido la culpa es mía y acepto la reprimenda en lo esencial, aunque discrepo de su optimismo. No sé cómo habrá evolucionado América Latina dentro de 50 años. Y tampoco sé qué peligros se cernirán sobre nuestra democracia. Sí sé que la libertad siempre está en peligro y que la necesidad de protegerla no caduca, como no caduca la de salir al paso de actitudes que puedan perjudicar a la mujer o a cualquier otro sector de la sociedad.

Por este motivo apunté que no convenía adelantarse a los hechos y sugería que la cuestión se decidiera en su momento y por razones estrictamente coyunturales. Con esto no me refería a las mujeres, sino a una sola; y ni siquiera a ella, sino a su peculiar condición. Como esta proposición restaba a la Corona cualquier valor que no fuera utilitario, pensé que podía ofender a los monárquicos, no a las mujeres.

Sin duda Soledad Gallego Díaz tiene razón, pero quiero creer que yo también la tengo.

¿Pueden dos personas discrepar y tener razón las dos al mismo tiempo? Sí.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de noviembre de 2005