La Sala Elcano de la Fundación BBK tiene por costumbre enseñarnos regularmente ejemplos de fotografía exitosa en los circuitos internacionales. Estos días encontramos un curioso ejemplo en las composiciones del canadiense Edward Burtynsky (Ontario, 1955), bajo el título Entropía y paisajes industriales. Como su nombre indica, es una serie de paisajes registrados en distintos países a través de los cuales su autor lanza una llamada de alerta a la sociedad y al público en general. Trata de hacer evidente a sus espectadores del sufrimiento que el mundo padece por la incesante intervención humana. Actitudes que el autor entiende buscan una mejor calidad de vida, pero alcanzan visos autodestructivos. En este contexto introduce el concepto de entropía como una magnitud creciente que va restando posibilidades a nuestro universo.
Es una idea, un postulado, que las imágenes presentadas justifican. No obstante, pueden ofrecer reflexiones distintas. Pueden significarse por la grandiosidad de las obras públicas o el ingenio tecnológico desarrollada por el hombre a lo largo de su existencia. Son significados polivalentes con matices contradictorios. Todas coinciden en olvidar los paisajes idílicos de factura romántica, pero, en contrapartida, buscan agradar con una bien buscada estética industrial, demoledora en ocasiones, pero repleta de otra belleza, como puede encontrarse en las explotaciones mineras o siderúrgicas.
Las imágenes abarcan un especial aire de grandiosidad; nos ofrecen abundante información y, como resultado, diferentes connotaciones. Una cadena interminable de vagones de tren se convierte en algo imperceptible cuando se contrasta con las laderas erosionadas del parque provincial de Columbia. En otro orden de cosas, resulta clamorosa la composición conseguida en el Bingham Valley de Utah. Se trata de una cantera de extracción de piedra o minerales explotada en terrazas circulares que se adentran en la tierra. Según se desciende, disminuye el diámetro conformando en ultima instancia un lago de aguas verdes que contrastan vigorosamente con el ocre de las tierras.
En otros casos el objetivo se fija en montañas de llantas de coches, camiones y tractores o en un enorme cementerio de lavadoras que por efectos de la óptica y el punto de vista más bien parece de pequeñas latas de sardinas. Resulta insignificante la figura humana comparada con los cascos de los petroleros gigantes llevados al desguace en las costas de Bangladesh.
Un apartado relativamente amplio se dedica a las orillas del río Yangtzé, donde los chinos construyen la presa de las Tres Gargantas. Fotos que desvelan la inmensidad de la obra, pero a la vez la destrucción de pueblos y ciudades, como el trasiego de sus habitantes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de noviembre de 2005