"Rápido y más rápido", se autoproclama Correos en su campaña publicitaria. La realidad, sin embargo, es todavía más veloz... en desmentirlo. Siempre se presume de lo que se carece. En el momento en que escribo, llevo cuatro días esperando al cartero con la correspondencia pendiente de entregar. Si hay suerte, acaso aparezca antes de que termine la semana; sólo con lo más urgente, claro. Ocurre (desde los tiempos de la dictadura) cada vez que en la oficina local hay una baja por enfermedad, unas vacaciones, un relevo. O simplemente porque sí. Correos se pirra por su imagen y por las nuevas tecnologías, pero demuestra que le sigue importando un bledo mantener el personal indispensable para cubrir con decencia los últimos 500 metros de recorrido, que son a pie.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de noviembre de 2005