Se ha hablado mucho últimamente sobre la seguridad de los aviones a raíz de la racha de accidentes que, sobre todo en agosto, sufrieron diversas compañías de bajo coste. Los medios, entre ellos EL PAÍS, se lanzaron a una vorágine de artículos en los que, como conclusión general, se nos decía que los aparatos de las low cost son muy seguros. Ya que no hay inspectores suficientes que lo atestigüen y hasta que no se produzca un accidente tendré que creer la palabra de dichas compañías. Pero creo que han errado el tiro de su interés periodístico. Les pondré un símil: imaginen que disponen ustedes de un espectacular deportivo, mantenido de un modo correcto en su mecánica, con una apariencia soberbia... pero el conductor que va a pilotar dicho deportivo hace varios días que duerme mal, le han obligado a conducir hasta el límite del agotamiento y no tiene capacidad de protestar... díganme si no es muy probable que se produzca antes o después un accidente. Ahora cambien el deportivo por un avión y al conductor por un piloto. Donde antes podía morir una sola persona ahora hay en juego al menos un centenar. ¿Dónde quedaría entonces el ahorro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 19 de noviembre de 2005