El viernes de oración en Irak se convirtió de nuevo en un baño de sangre. Dos suicidas cargados de explosivos sembraron ayer el pánico en dos mezquitas chiíes llenas de fieles en la ciudad de Janaqin, junto a la frontera con Irán. Al menos 77 personas perdieron la vida y más de 80 resultaron heridas. Poco antes, dos coches bomba causaron la muerte de seis personas cerca de un hotel de Bagdad muy frecuentado por periodistas internacionales, no lejos del edificio del Ministerio del Interior donde se descubrió una cárcel secreta con 170 presos torturados. Mientras tanto, en EE UU aumenta la presión para que las tropas se retiren cuanto antes.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 19 de noviembre de 2005