Con un público más que predispuesto a disfrutar de una fina comedia romántica se estrenó uno de los montajes más ambiciosos y apetecibles de la temporada teatral barcelonesa. Su director, Sergi Belbel, futuro responsable de la dirección artística del Teatro Nacional de Cataluña, había anunciado un delicioso bombón exquisitamente envuelto: Les falses confidències, de Marivaux, en clave de comedia hollywoodiense de la década de 1940.
No defraudó la cuidada puesta en escena de la obra. La escenografía es el gran acierto de esta producción: magnífica y opulenta. La sofisticación y la elegancia del embalaje, sin embargo, se disuelven en cuanto los intérpretes abren la boca y se mueven. Juegan a una sobreactuación deliberada con la que Belbel acaba por traicionar en parte el espíritu de Marivaux, al apostar por una aproximación más cercana a las bufonadas de la Comedia del Arte que a la sutileza propia de las comedias burguesas en las que se inspirarían después las de Hollywood. Su versión de la obra respeta el original en cuanto a su composición pero, por un lado, rebaja la retórica de muchas expresiones que le valieron a Marivaux la fama de virtuoso del lenguaje y, por otro, añade otras de cosecha propia, con lo que la función se alarga hasta las tres horas y media, entreactos incluidos. No hay sutileza alguna en estas confidencias.
Les falses confidències
De Pierre de Marivaux. Versión y dirección: Sergi Belbel. Intérpretes: Laura Conejero, Eduard Farelo, Jordi Banacolocha, Pilar Martínez, Quimet Pla, Míriam Iscla, Francesca Piñón, Manuel Veiga, Ivan Labanda. Escenografía: Estel Cristià y Max Glaenzel. Vestuario: Javier Artiñano. Iluminación: Albert Faura. Música: Albert Guinovart. Sonido: Jordi Ballbé. Teatro Nacional de Cataluña. Sala Gran. Barcelona, 23 de noviembre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de noviembre de 2005