Cada mañana, mientras camino hacia la universidad, quedo profundamente satisfecho de ver cómo tantos universitarios -compañeros míos- se acercan a lo que es su lugar de trabajo con los transportes públicos, en bicicleta o a pie. Me alegro porque veo, tras ese pequeño acto de ecologismo, un ejemplo para el resto de ciudadanos. Frente algunas utopías que tratan de solucionar los grandes problemas del mundo desde un despacho, se hallan los actos concretos que buscan cuidar todo aquello que contribuye al bien común. ¡Enhorabuena.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de noviembre de 2005