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CARTAS AL DIRECTOR

Ibiza

¿Qué se puede hacer cuando, siguiendo las reglas del juego democrático, los zorros se han quedado al cuidado de las gallinas (y en este caso, de la de los huevos de oro)? ¿Quién nos defiende de ellos? ¿Quién defenderá a la isla de Ibiza de la codicia y la voracidad insaciable de políticos y constructores? ¿Quién nos defiende de la ignorancia y de la vanidad de un consejero de Cultura que desprecia su patrimonio y compara la importancia de un acueducto romano recién descubierto con la de

un tiesto de barro? ¿Quién puede salvar esos tesoros que ella guardaba celosamente de las máquinas excavadoras y del silencio impuesto? ¿Quién puede evitar que esa losa de cemento que están tallando cuidadosamente en forma de autopistas, túneles, puentes y muros de hormigón la entierre para siempre?

La isla de Ibiza se encuentra en estos momentos herida de muerte por la impunidad con la que sus gobernantes actúan en beneficio propio. Su patrimonio y el de todos se rompe a cachos, a manos de aquellos que, con el cinismo que les caracteriza, van ofreciendo en ferias de turismo una imagen idílica que ellos mismos se empeñan en destruir.

Ibiza, patrimonio de la humanidad, no tardará en convertirse en patrimonio de nadie..., en patrimonio de la indignidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de noviembre de 2005