Madrid, mi querido Madrid, ¿qué pasa contigo? Después de tanto perifollo y color pastel, cuando el tuyo es el rojo, por tu historia y por tu sangre derramada por tanta bomba, te recuperé en el chaparrón que anuló el paseo nupcial de la princesa, pero actualmente te vuelvo a perder.
¿Desde cuándo dejas que piensen por ti? Demostraste que ni políticos ni politiquillos, ni parlanchines, ni modelos de pacotilla que sólo sabían desafiar con sus bufandas de cachemir te podían anular, pero ahora... ¿Cómo permites que esos voceros que ni te conocen, ni te han vivido, decidan por ti?
Despierta, sacude tu modorra y demuestra, sobre todo a ellos tu respeto hacia los demás, tu filosofía de solidaridad y sobre todo, tu libertad para seguir siendo tú mismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de noviembre de 2005