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Crítica:

Esplendor de Granada

Felipe Romero traza en El mar de bronce un fresco de la riqueza y el esplendor del reino granadino durante el siglo XI. Alternando la intriga política y el relato íntimo, el escritor andaluz da voz a un poeta y calígrafo judío al servicio de los reyes árabes que lucha para conseguir que la inteligencia prime sobre el fanatismo y la sangre.

Demos noticia primero del autor, un abogado de Granada que decide en su madurez convertirse en novelista para enaltecer su ciudad y escribe primero El segundo hijo del mercader de sedas, publicada en 1995, y después esta que nos ocupa, editada por Comares en 1999 cuando el autor ya había fallecido. Felipe Romero se acoge en

su narración a una época en que el reino de Granada era "más grande, más rico y más próspero" que nunca, cuando en el siglo XI algunos reyes árabes tuvieron como visires a miembros de la familia hebrea de los Negrella. Protagonista de la novela es Samuel, rabí, sabio, poeta y calígrafo, que se empeña en vencer a la ambición ajena y la traición con el mínimo derramamiento de sangre, utilizando esforzadamente la astucia y la inteligencia. El cronista que ejerce de narrador es el nieto de Samuel y escribe en su vejez cuando el paso del tiempo ha embellecido los acontecimientos. Alguna breve referencia nos da a conocer hechos posteriores más trágicos, el descuartizamiento del hijo de Samuel y padre del narrador acusado de traidor y el consiguiente pógrom contra los judíos que asoló el reino. Pero tales hechos quedan fuera de la novela porque al autor no le dio tiempo de presentarlos como, según parece, deseaba y en el texto existente hay principalmente belleza y esplendor, tensiones resueltas con elegancia y unas preciosas moradas muy frescas en verano y calientes en invierno. El narrador puede afirmar

EL MAR DE BRONCE

Felipe Romero

Roca. Barcelona, 2005

222 páginas. 18 euros

con propiedad que "era Granada entonces un paraíso". Expuesto todo ello con una prosa sencilla y eficaz y con habilidad para alternar los momentos de sosiego con los de acción y la vida política con los conflictos íntimos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de diciembre de 2005

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