Desde mediados de los ochenta funciona en Madrid una escuela de entender la música que nunca ha sido detectada por los miopes cazadores de tendencias (ni, por supuesto, por el gran público). Es, por llamarlo de alguna manera, la línea Corcobado, en referencia a Javier Corcobado, un cantante explosivo que, aparte de su gusto por el extremismo sonoro, creó escuela con sus evisceramientos emocionales y con su temprana reivindicación de los boleros más tremendistas o la canción melódica española de la década de los setenta. Corcobado vive ahora en la costa de Almería, cultivando su faceta literaria, mientras sus epígonos se mantienen en la batalla. Conscientes de su marginalidad, pero no resignados, han creado plataformas como el sello La Ecléctica Madrileña, que edita discos de cuidado envoltorio y contenido indómito. Dos de los artistas eclécticos coincidieron para presentar sus últimos trabajos en la renovada sala Morocco.
Susana Cáncer y Justo Bagüeste
Susana Cáncer (voz, teclados). Justo Bagüeste (saxos, voz, percusiones, procesos) más invitados. Sala Morocco. Madrid, 1 de diciembre.
Susana Cáncer fue teclista de varios grupos de Corcobado y se estrena como solista vocal con Yo no lo sé, una colección de canciones susurradas que en directo exhiben trajes de lounge, jazz o, en definitiva, pop heterodoxo. Susana tuvo como único acompañante al saxofonista Justo Bagüeste y se conjuraron para crear un lánguido ambiente de cabaret imposible. Hacia el final, se les unió el guitarrista Javier Colis y los tres despacharon Amigo. Sí, la de Roberto Carlos, un detalle que ni siquiera despertó asombro, confirmación de la plena aceptación de aquella ruptura estética que Corcobado inauguró precisamente como pinchadiscos en Morocco. Los tres cerraron con un intenso Golden brown.
En los trabajos personales de Justo Bagüeste se aprecia menos el ADN de Corcobado: como instrumentista, el músico oscense ha sido encasillado en los jardines del chill out, una etiqueta contra la que ahora se rebela ¡y de que manera! Presentaba Bestiario y desde el primer momento pisó sin piedad el acelerador. Bagüeste parecía genuinamente demoniaco mientras iba orquestando su fragor infernal. Con la entrada de Silvia Grijalva al theremin, la fiereza del sonido alejaba incluso a parte del público de las primeras filas. Un mínimo respiro fue la presencia elegante de Sonia Barba, que cantó y recitó en The sound is acting, un tema de Bestiario que recoge unas declaraciones de John Cage a la televisión francesa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de diciembre de 2005