Javier Reverte, que acaba de publicar la novela El médico de Ifni, es un trotamundos incorregible, pero...
¿Cómo empezó todo?
Mi primer viaje lo hice a los 26 años. Me acababa de casar y nunca había salido de España. Tenía ganas de ver mundo y se me ocurrió empezar por las ciudades europeas importantes: Londres, París y Roma.
Y le enganchó para siempre.
Ya sabía que me iba a gustar. Era 1970, y supuso mi encuentro con las sociedades libres. En Londres me llamó la atención que uno se pudiera sentar en el césped. En España venía un tío con una porra y te ponía una multa de 25 pesetas.
¿Y el último?
Alaska. El impulso de mis viajes es siempre la curiosidad literaria, y en la infancia leí mucho a Jack London y James Oliver Curwood. Yo llevaba una vida gris y soñaba con largarme a vivir aventuras. Y eso es lo que estoy haciendo, cumplirlo.
Como viajero, ¿ha cambiado mucho?
Cada vez más me gusta llevar sólo una mochila y dos noches de hotel reservadas. A lo cutre es como aprendo y conecto con la gente. El billete de vuelta lo compro abierto, y siempre lo cambio.
¿Cuánto tiempo aguanta sin moverse en Madrid?
A los tres meses me aburro.
¿Asignaturas pendientes?
La India, por los libros de cazadores; Malaisia, por Sandokan y los piratas... Siempre bromeo con que me gustaría ir a la Luna, pero no me lo paga ninguna editorial ni ningún diario.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de diciembre de 2005