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Entrevista:TOMÁS SEGOVIA | Poeta | 19ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA

"No hay identidades; lo que hay son lealtades"

Guadalajara
Uno de los grandes activos de la Feria del Libro que se cerró ayer en Guadalajara es el público. Un público entusiasta que compra libros y que asiste a los actos de un extenso y variado programa en el que coincidían hasta 18 propuestas. Las tres patas que sostienen el edificio de la FIL son el festival literario, con la presencia de más de 300 autores; el programa académico, en el que especialistas de todas las ramas del saber han abordado las grandes cuestiones de nuestro tiempo, y la dimensión estrictamente comercial, que este año se ha consolidado con las agencias literarias. Fernando Savater fue el encargado de cerrar una edición que ha confirmado el excelente momento de la mayor feria hispana del libro.

Dicen unos versos de su Anagnórisis: "No te va a herir la vida nuestra / con su mirada abrupta; / avanza sin temor que ya no hay nadie, / estamos todos otra vez pero no hay nadie; / puedes tocar tranquila el montón perezoso; / estás donde querías, no te arredres; / lo vamos a soñar otra vez todo". Fueran por éstos o fueran por tantos otros, el poeta mexicano, nacido en Valencia en 1927, Tomás Segovia ganó esta edición del Premio Juan Rulfo. Y aunque hubiera polémica, ha sido sin duda el gran protagonista de la feria.

Pregunta. ¿Qué quiere decir su poesía?

Respuesta. Quiere decir eso que no puede ser dicho de otra manera. Hay determinados umbrales en el lenguaje y, a partir de un momento dado, sólo es posible referirse a algunas experiencias de manera poética, utilizando metáforas, imágenes, avanzando de manera intuitiva. Las fronteras no son claras, pero uno sabe que hay cosas que no pueden decirse con razonamientos, que no son objetivables, para las que no sirve el lenguaje demostrativo.

P. ¿Cómo descubre que va a dedicarse a la escritura?

R. Se mezclan ahí decisiones voluntarias con necesidades, cosas que se le imponen a uno, destinos. Si a los 14 años me hubieran preguntado qué quería hacer, hubiera dicho que dedicarme al fútbol. Pero lo que se me daba bien era escribir, y ocurren cosas cuando eres niño que sólo después comprendes que eran significativas. Cuando tenía 10 años y estaba refugiado en París, me encargaron una redacción. Después de leerla, el profesor comentó en clase: "Chicos, aquí tenemos a un escritor".

P. ¿Cómo fue el exilio, de qué manera lo influyó?

R. Hay algo que creo que es muy peligroso, y es decir "soy un exiliado". Marcar tus límites, definirte con un término cerrado. Cuando estás fuera -en Francia, en Marruecos, en México- entiendes lo que significa el nacionalismo de los demás. Lo que es más difícil es ver el tuyo propio. Llevo 60 años en México y sigo hablando con acento español. Lo conservé por honestidad, por valentía. Había más facilidades de integrarte si borrabas tu procedencia, si aprendías su acento, pero yo quería ser leal a mi lugar de procedencia, a mi lengua, a mi paisaje. No existen las identidades; lo que hay son lealtades.

P. Muchos lo definen como anarquista...

R. Si estuviera seguro de que pudiera haber una sociedad humana sin poder, sería anarquista sin dudarlo. Pero como dudo de que se pueda eliminar totalmente el poder, entonces hay que luchar por limitarlo y, a veces, es necesario resistir. Cuando se nos quiere imponer la banalización de la sexualidad, hay que salvar la vieja sabiduría carnal, ese conocimiento de los cuerpos que nos avisa que hay en ellos algo oscuro, algo sagrado, misterioso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de diciembre de 2005