A pesar del unánime reconocimiento y consideración que tanto su periódico como tantos otros medios, junto a Gobiernos y representantes políticos de España y del resto de Europa, conceden al fenómeno migratorio y por ende a la presencia de personas inmigrantes en nuestras sociedades, resulta tremendamente paradójico, y si me apuran grotesco, la cicatería institucional con la que se fomenta en nuestro país la investigación científica sobre este fenómeno.
Todo ello en una legislatura que había prometido multiplicar el presupuesto para investigación y que indudablemente lo está haciendo, pero ignorando completamente las ciencias sociales, humanas y jurídicas para concentrarse en campos (a los que no niego su indudable importancia) como la nanotecnología, la nanobiología, la biotecnología y un largo etcétera de nanos- y -gías.
Claro que, estimando que cualquier comentarista radiofónico, columnista o responsable político es un experto capaz de analizar y opinar alegremente sobre los diferentes modelos de integración de inmigrantes, segundas, terceras generaciones, sobre los multiculturalismos, los pluriculturalismos, y en general el conjunto de -ismos, ¿para qué invertir en la investigación en migraciones y, en general, en ciencias sociales? A mí van a acabar por convencerme.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 7 de diciembre de 2005