En Showtime, una peliculita, Robert de Niro es un policía que acepta a regañadientes hacer un reality show. No le gusta porque en la tele los policías saltan por encima de los coches y nunca se rompen la crisma. Él, en la vida, no ha visto que lo hagan o, si lo hacen, se trituran el fémur. Al final, en el programa, terminan saltando por encima de todo sin quebranto físico. Es decir, en la tele hay más verdad. No hace falta ser auténtico para ser verosímil. En España, los policías de la ficción no son tan acróbatas, aunque su altísima cuota de resolución de casos es muy hollywoodiense.
Antena 3 emite una serie estadounidense, Sin rastro, basada "en hechos reales" y está especializada en encontrar desaparecidos. Narrada con esfuerzo en lo estético, lo menos interesante es que sean casos verdaderos. En la misma cadena pasaban una comedieta española, Los hombres de Paco. Aquí, la preocupación era precisamente la contraria, que no se creyese el telespectador que los policías eran como los de verdad. Al final colgaban un cartel en el que elogiaban a la policía española y avisaban de que la serie no tenía nada que ver con ella. En Cuatro, en cambio, emiten una serie, Suárez y Mariscal, caso cerrado, que está interpretada por verdaderos policías y los sospechosos son ciudadanos que han querido tener la experiencia de ser actores. Lo más divertido son los créditos finales, cuando ves que quien interpreta a la asesina es una bibliotecaria y el esmero, con desigual acierto, que ponen los artistas invitados en la simulación. Dura media hora, un apremio excesivo para dar planteamiento, nudo y desenlace. La mayoría de escenas se la llevan los interrogatorios. Un día, Mariscal, tras despejar un caso con un farol, ironizó sobre las películas americanas de policías. "A ver si la gente cree que son verdad", dijo más o menos. Otra serie que busca autenticidad y verosimilitud, también doméstica en el buen sentido, es El comisario (Tele 5). De trama larga, que se puede prolongar más de un capítulo, dice inspirarse en casos reales. Al final será verdad que el arte imita a la vida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de diciembre de 2005