Habiendo asistido al III Congreso de Economía de la Comunidad Valenciana organizado por la Consejería de Economía, son pocas las novedades que han aportado a la situación real y económica que atraviesa la Comunidad Valenciana. Es cierto que estamos en una sociedad cada vez más globalizada y los parámetros que se barajan son de índole internacional. Ahora bien, centrarse en ese análisis sólo puede esconder no afrontar con realismo el día a día de nuestra Comunidad.
Muchas luces de colores con "ritmos liberales", eclipsadas ligeramente por las exposiciones de los representantes sindicales.
Ha estado latente en el ambiente la ausencia de las reflexiones académicas de las universidades valencianas que tanto protagonismo tuvieron en el anterior congreso de 1993; así como la de representantes de aquellos sectores básicos de la industria azulejera, textil, calzado o juguetera, entre otros.
Muy poco o nada sobre los problemas estructurales que atañen a las pymes valencianas, los problemas de la economía sumergida, el desembarco poblacional de mano de obra de los inmigrantes, la elevada siniestrabilidad laboral, la colaboración transregional, etc.
Resulta curioso que entre los diversos ponentes (no hay duda de la relevancia de alguno de ellos), no ha participado ni una sola mujer, en una sociedad que dice que ésta se ha ido incorporado a puestos de responsabilidad.
Finalmente, añadir que un congreso en el que se suceden las distintas ponencias y no se abre ningún turno de preguntas o matizaciones, solo confirma la sensación de que el honorable conseller ha buscado el aplauso facilón de todos los que allí estábamos presentes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de diciembre de 2005