Acudo esta mañana a una sucursal de La Caixa en Santa Cruz de Tenerife a cobrar un talón al portador emitido por dicha entidad. Al presentarle el talón al cajero, me indica que me va a cobrar una comisión de 1,80 euros debido a que el talón es de una sucursal distinta y a que no soy cliente de la entidad.
En un fugaz arrebato de inspiración constato mi terrible realidad: si presento al cobro un talón del mismo banco en otra sucursal, me cobraría una comisión por no ser la sucursal que lo emitió. Si acudiese a mi banco a ingresar el talón, me cobraría una comisión por ingresar un talón de otra entidad. Si acudiese a la sucursal de La Caixa que emitió el talón, me cobraría una comisión por no ser cliente de la entidad...
Salgo de la sucursal con mi recibo por importe de 1,80 euros, extendido por La Caixa, en el que en ese frío lenguaje bancario se me informa de mi humilde contribución a la cuenta de resultados de esta empresa, y me viene a la memoria la noticia publicada en días pasados sobre un anciano que vivía en algún pueblo de la Península al que habían hallado fallecido en su domicilio, olvidado por todos, y junto a él, una bolsa con unos 40.000 euros, posiblemente los ahorros de toda su vida.
Francamente, la noticia ahora no me sorprende en absoluto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de diciembre de 2005