Cuando hay atasco, me pongo una nariz de payaso. Si además es por una obra, me pinto la cara de blanco. Cuando el tráfico vuelve a ser fluido, lejos ya de las grúas, me quito la nariz, me limpio la cara y tan sólo sonrío.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de diciembre de 2005