Gracias a AENA he vuelto a descubrir el jazz. Desde que me levanto hasta que me acuesto, tengo la necesidad de escuchar a los grandes del jazz para enmascarar el ruido que generan los más de 400 aviones al día que sobrevuelan mi casa. Soy un vecino de Castelldefels enfurecido con el organismo que regula el tráfico aéreo y con todos los políticos que permiten que 60.000 personas del Baix Llobregat padezcan el infernal ruido, que en muchos casos multiplica por nueve los 65 decibelios máximos permitidos. Por primera vez en mi vida, he decido no votar nunca más, y por primera vez también, los vecinos de mi escalera agradecen escuchar a Lee Morgan y su trompeta a todo volumen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de diciembre de 2005