Un total de 96 fallecidos en accidentes de tráfico durante el último puente. Parece que ninguna de las campañas publicitarias elaboradas hasta ahora y que han adoptado todos los posibles enfoques -paternalista, crudo, admonitorio, amenazante- han obtenido resultados significativos. Se insiste siempre en las bestias negras culpables de que la sangría continúe: la velocidad, el alcohol, la falta de utilización del cinturón de seguridad... A veces -pocas- la Administración entona un relativo mea culpa sobre el mantenimiento de la infraestructura viaria. Pero en contadísimas ocasiones se menciona una causa a mi entender decisiva: la falta de formación de los conductores. Ir sentado en una máquina lanzada a 120 kilómetros por hora es una actividad con evidente riesgo implícito. Si no sabemos controlarla en situaciones adversas o simplemente inhabituales, el riesgo se multiplica, por mucha seguridad activa y pasiva que la máquina nos ofrezca, por muy sobrios que vayamos. Una mayor formación nos garantizaría una mejor respuesta a circunstancias imprevistas, incluida la elección de la velocidad adecuada a ellas.
Al respecto de la formación de los conductores, y a modo de ejemplo, podemos plantearnos unas sencillas preguntas e imaginar las respuestas en tanto no podamos manejar datos reales: ¿qué porcentaje de conductores conoce que ha de hacerse en caso de pérdida del control de la dirección debido a pérdida de adherencia de las ruedas motrices sobre la calzada a causa del hielo, agua, arena, etcétera? Ligada a ésta, otras dos: ¿qué porcentaje de conductores sabe cuáles son las ruedas motrices en su vehículo? ¿Qué porcentaje de los que han contestado afirmativamente a la primera pregunta han practicado y dominan la maniobra correctora que devuelve el control del vehículo? Para finalizar: ¿qué es previsible -estadísticamente- que ocurra cuando tales conductores se desplacen por millones y en todas las circunstancias posibles?
Puede que una adecuada formación de los conductores resultara más costosa, pero ha de decidirse si queremos seguir pagando en euros o en vida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de diciembre de 2005