Se llamaba María. No entró a ningún pesebre a dar a luz, se refugiaba del frío en un recinto solitario, y triste. Llegaron tres que no eran los reyes magos, sino tres monstruos, tres asesinos que nos dejan sin ilusión.
Que se aplacen estas fiestas, que han matado a la más importante de las mujeres, María. Tres familias destrozadas, y ella, la inocencia, como siempre, descubre lo más maligno del ser humano. Yo los maldigo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de diciembre de 2005