Yo también quiero que no toquen la plaza de Colón y, conmigo, mis amigos; y los viajeros que aterrizan en la terminal del autobús del aeropuerto y con sus maletas se empapan de la primera imagen de Madrid en un escenario único; y también los turistas que se sientan en ese símil de paseo marítimo de secano, desde el cual contemplan las olas de la Castellana bajo el dedo del descubridor y, además, los miles de niños que ríen y gritan bajo el estruendo de una cascada; y los que los fines de semana nos sentamos a leer el periódico al sol.
Somos muchos, señor alcalde, los que pedimos, rogamos y exigimos que la deje como está.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de diciembre de 2005