Un chico de 16 años ha muerto en un municipio andaluz a consecuencia de un coma etílico. Y rápidamente su familia se dispone a denunciar al personal que lo atendió en el centro de salud correspondiente. Su padre declara: "Si hubiera estado controlado no hubiera muerto". Seguramente, pero controlado por su familia y por la sociedad que le rodeaba, que han permitido que beba alcohol hasta morir, siendo además menor de edad. No se denuncia a los establecimientos donde ha podido adquirirlo o a quienes lo acompañaban por no haber impedido ese fatal desenlace, sino a las personas que lo han atendido, intentando salvarle la vida. Ánimo para el personal sanitario andaluz y ojalá que esa familia reflexione porque, de esa manera, quizá consigan dinero o una vaga satisfacción de su deseo de venganza (¿contra quién?), pero no van a evitar que sucesos tan desgraciados vuelvan a ocurrir.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de diciembre de 2005