(Versión de Andrés Neuman)
¡Bella chispa de dioses, alegría,
hija del Elíseo,
ebrios de ardor estamos ingresando,
celeste, en tu santuario!
Tu ensalmo vuelve a unir lo que los tiempos
rigurosos habían dividido;
los hombres se transforman en hermanos
allí donde se posa tu ala suave.
¡Quien haya conocido la fortuna
de gozar la amistad de algún amigo,
quien haya conquistado algún amor,
que una su alegría con la nuestra!
¡Sí, quien pueda sentir sobre la Tierra
por lo menos un alma como propia!
Y quien así no sienta, que se aleje
de esta fraternidad vertiendo lágrimas.
Todos los seres beben la alegría
en el seno de la naturaleza:
bondadosos, malvados, todos siguen
su camino de rosas por igual.
Ella nos regaló besos y vides
y una amistad leal hasta la muerte;
el gusano también prueba el placer
y el querube se encuentra frente a Dios.
Gozosos, como astros recorriendo
espléndidos espacios celestiales,
marchad alegremente, hermanos míos,
como el héroe se acerca a la victoria...
¡Bella chispa de dioses, alegría,
hija del Elíseo,
ebrios de ardor estamos ingresando,
celeste, en tu santuario!
Tu ensalmo vuelve a unir lo que los tiempos
rigurosos habían dividido;
los hombres se transforman en hermanos
allí donde se posa tu ala suave.
¡Multitudes, uníos, abrazaos!
¡Que llegue al mundo entero vuestro beso!
Hermanos, más allá de las estrellas
debe habitar algún padre amoroso.
Multitudes unidas, ¿os postráis?
¿No presientes, oh mundo, al creador?
¡Buscadlo más allá de las estrellas!
En lo alto del cielo debe estar.
Friedrich von Schiller (1759-1805), escritor alemán. Autor de dramas históricos como María Estuardo y poesía lírica como Himno a la alegría y Baladas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de diciembre de 2005