La obra de la M-30 es sin duda la obra de las obras. Es el legado faraónico de Alberto Ruiz-Gallardón. A nuestros nietos les comentaremos lo grandioso de la obra, los atascos que se formaban, lo peligroso de las actuaciones y el tiempo que se dedicó a ella. Sin duda, Gallardón será recordado tanto para bien como para mal por esta monstruosa obra.
Uno que será recordado por dudosos logros y otro que está a punto de ser olvidado de forma totalmente injusta, me refiero a Adolfo Suárez, ex presidente del Gobierno y uno de los máximos exponentes de la transición. Y además, uno de los pilares junto a Juan Carlos I del Estado de bienestar.
Por ello, sugiero que una vez que se acabe la superobra y se inaugure esta vía con su nuevo trazado, pase a llamarse avenida de Adolfo Suárez.
Por un lado, sustituiremos un nombre impersonal, anónimo y feo (M-30) y por otro lado conseguiremos borrar de nuestro recuerdo todo lo negativo (obras, atascos, molestias) del trazado primitivo.
Con el nuevo nombre de avenida de Adolfo Suárez haremos justicia, y el señor Suárez tendrá una gran avenida a la altura de su trayectoria. Considero que se conseguirá tanto recordar a un gran hombre como atenuar las molestias de la obra al dedicársela a uno de los mejores y más queridos políticos del siglo pasado en nuestro país.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de diciembre de 2005