En Valencia ha disminuido la superficie agrícola cultivada en cerca de un 10 %. También ha comenzado la recesión de los cítricos, cultivo que hasta ahora había podido resistir, con altos y bajos, sin necesidad de subvenciones. Pero el encarecimiento de los costos y los bajos precios de la naranja están haciendo insostenible la situación. Resulta incomprensible que el kilo llegue a los consumidores a un precio 10 veces superior que lo que cobra el productor, y que el margen que por cada kilogramo vendido obtienen los minoristas o las grande superficies, sin apenas riesgos, sea superior al precio de venta por kilo en el campo. El precio de la tierra dedicada a este cultivo está bajando de forma acelerada y algo se tendrá que hacer si no se quiere que acabe toda en manos de los comerciantes; o que la compren los especuladores del suelo. Una posible solución es que los agricultores se agrupen, a fin de que todo el valor añadido revierta en los mismos que la producen. Pero ello requiere que estos superen su individualismo. Y lo peor que podría pasar es que también este problema se convirtiera en tema de confrontación entre los dos grandes partidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de enero de 2006