Voluntariamente, Gregorio San Juan ha titulado su último libro Poemas descabalados, lo que finamente no es sino una antología, sea histórica o reciente. No en vano, Gregorio ha sido siempre un poeta fieramente humano, de esos que dudan haberlo sido y que siempre buscan serlo con una constancia infinita. Quizá nadie se haya sentido nunca poeta. Quizá sea una condición tan grande, una palabra tan amplia, que da rubor decir: "Yo soy poeta". Decía recientemente en una entrevista Gregorio San Juan: "Yo tengo tanto de filosofillo de tercera como de poeta de segunda". ¿Se han fijado? Ningún poeta dice que lo es, porque alguien puede entender que se trata de una petulancia, un acto de soberbia que le iguala a Rilke, a Miguel Hernández o a Blas de Otero y eso no es posible.
Poeta con un aire decimonónico, escarbando palabras, con aire de romancero en cuanto escribe
Pero Gregorio es ante todo poeta, guste o no, aunque haya trabajado en la Caja de Ahorros, se haya embarcado en aventuras políticas de imposible destino o ahora declare que lo que más le gusta leer es prosa y ensayo. Será por hartazgo, porque Gregorio se lo ha leído todo en asuntos poéticos y quizás ahora no encuentre ya motivos de emoción o haya decidido indagar otros asuntos a los que ha dedicado menos tiempo.
Gregorio San Juan hacía poemas hasta en los pupitres. Recuerdo que me contó uno que hizo hace mucho y que quizás haya contado publicamente. Estando, creo, en unos cursillos (quizás fue en la escuela, no recuerdo), grabó a punzón en el pupitre (como los niños malos, como los grafiteros de los váteres públicos) un cuarteto que decía: "Aunque parezca falsía / vive Dios que no lo es / que aquí estuvo más de un mes / Gregorio San Juan García". El cuarteto, que ahora me ha venido a la memoria, siendo un juego, refleja bastante bien las inquietudes de Gregorio. Poeta con un aire decimonónico, culto, escarbando palabras inusuales, con un aire de romancero en cuanto escribe. Quizás es un poeta que mira más hacia atrás que hacia adelante.
En los años difíciles se convirtió en una referencia personal en Bilbao, avivando movimientos poéticos, viviendo al tanto de cuanto los jóvenes movían (de paso te colaba algún poema) en aquellos tiempos donde no era fácil ser poeta (ni ser nada que escapara a la rutina).
La política no se le ha escapado, aunque siempre le han gustado las apuestas raras: Democracia Socialista (el partido estertóreo de Damborenea) o Unidad Vizcaína (una operación rocambolesca de cafe y tertulia).
Pero nunca ha perdido la poesía, ni su pasión por Unamuno, por Aresti, por Blas, por Celaya y por cualquier aventura, aunque fuera ciclostilada y repartida mano a mano por la Gran Vía. Gregorio tuvo, tiene y tendrá un espíritu joven para la poesía. Poemas descabalados es el resumen de 60 años de historia poética. La vida y, sobre todo, la enfermedad le han descabalgado de la poesía escrita, pero cuesta creer que por su cabeza no sigan pasando cuartetos, sonetos y romances, auroras boreales y esa carraspera que siempre ha utilizado ante la incomodidad. Eso sí, como buen poeta, recita fatal sus versos y los ajenos. Eso no tiene arreglo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de enero de 2006