"Una biblioteca es como una farmacia: hay remedios para todos los males". El filósofo y escritor Fernando Savater ofreció ayer una conferencia en el Colegio Francés de Bilbao para hablar a chicos y chicas de 15 y 16 años de su mayor pasión: la lectura. No se sabe si entre los presentes surgieron nuevos lectores tras escuchar lema tan seductor, pero quedó clara la capacidad para conectar con cualquier público del pensador donostiarra, quien reivindicó su pasión por las narraciones de aventuras e intriga, con Sherlock Holmes a la cabeza, y los tebeos de Tintín, su primera lectura.
Savater tuvo que sacar a relucir su capacidad dialéctica para salir al paso de preguntas incómodas, como la del joven que le interrogó por la sobreestimación de la literatura en la formación intelectual o la de quien le interrogó sobre los efectos de la globalización en la novela. Claro que con respuestas como "obligar a un adolescente a leer El Quijote es como pegarle un tiro en el pie", su reivindicación de Harry Potter y Stephen King o su defensa de la Play Station ("yo ponía el mismo empeño en las aventuras de Sandokán"), a ver quién le buscaba las cosquillas al autor de La infancia recuperada.
Y hablando de esta obra clave en la pasión por la lectura, Savater recordó cómo aprendió inglés: "Leí una referencia de El Señor de los Anillos, que ni siquiera se había traducido al francés, mi segunda lengua. Entonces, en un viaje a Londres, me compré aquel tocho y, con ayuda de un diccionario, devoré esa estupenda novela".
Ante tal pasión lectora, una alumna le hizo la pregunta del millón: "¿Qué pueden hacer los profesores para que los alumnos lean?" "Cualquier cosa menos obligarles. Los placeres se pueden contagiar, compartir, pero nunca imponer. La única forma de transmitir la afición por la lectura es a través del entusiasmo", respondió el autor de Ética para Amador. También tuvo algunas reflexiones más serias, como cuando recordó la vida privilegiada de los adolescentes de hoy frente a otros tantos millones de niños del resto del mundo. "La lectura tiene una serie de recompensas: leer te obliga a pensar", resumió.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de enero de 2006