Loberías es una de las afectadas del Carmel, y por partida doble: ha perdido su bar y está aún pendiente de regresar a su vivienda. "Queremos quedarnos en el barrio, pero aún no tenemos claro si volveremos a casa o buscaremos otra solución, porque tenemos miedo. Todavía no nos han presentado el proyecto de rehabilitación ni nos han dicho cuándo podremos volver". Guarda fresco el recuerdo del día 27: "Eran las 9.15 y el local estaba abierto y lleno de gente. De repente, un agente me avisó de que cerrase inmediatamente. Los clientes salieron corriendo y yo tuve la sangre fría de apagar el butano, coger el dinero de la caja y cerrar la persiana. Fue todo en un segundo: cayeron unos cascotes y luego todo se vino abajo".
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de enero de 2006