Señor Defensor del Niño:
Soy un chaval de nueve años, pero le juro que me está empezando a salir bigote y andan loquitas por mí las chicas de mi clase, a quienes desdeño porque son inmaduras. Pero no es de ellas de quien deseo quejarme ante usted. Me quejo de mis padres -con muchísimo respeto- y de los mayores en general. Creo que todos ellos están como cabras, señor. Eso es grave para la infancia de cara al presente de indicativo y al futuro pluscuamperfecto. ¡Qué será de nosotros con gente así! Estoy sufriendo los daños colaterales (como dicen ustedes) de las recientes leyes antitabaco. Mi papá fuma como un carretero; mi mamá, como una carreta. Están cabreados todo el santo día y escupen palabras malsonantes contra el Gobierno y contra las instituciones. Yo, que no he fumado en mi vida -considero que es un placer estúpido-, estoy pagando el pato de su mal humor permanente. Además, como en el trabajo no pueden fumar, llegan a casa y esto parece un incendio.
Estoy comprobando, señor, que las personas de mal humor pierden el sentido del humor. Le explico. La semana pasada escribí una carta a mis padres para reírme un poco. Les decía así: "Como bien sabéis, queridos padres míos, estáis faltando a la ley porque fumáis constantemente en presencia de vuestro hijo de temprana edad. Además, querida madre, tú te dedicas a las faenas del hogar; nuestra casa es, por tanto, tu lugar de trabajo, donde está prohibido fumar. Me veo obligado a denunciaros en la Fiscalía General del Estado. A pesar de ello, estoy dispuesto a negociar con ustedes una salida airosa: vosotros me compráis un móvil con cámara fotográfica, yo retiro la denuncia y todo queda en familia". Ellos no entendieron la ironía ni la risa infantil. Llevo casi una semana sin postre. De móvil, nada. Y les tengo que aguantar un careto que da asco. Y les tengo que tolerar sus malos humos, su histeria permanente y su enganche a algo tan tonto como un cilindrín lleno de hierbas sin el cual se ponen de los nervios. Señor Defensor del Niño, líbrenos usted de los mayores; son peligrosos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 5 de febrero de 2006