Imagino que, cuando se construyó el primer aeropuerto de Barajas, fue el sentido común el que eligió el lugar. La zona contaba con dos grandes ventajas: un larguísimo pasillo a lo largo de todo el Jarama, ancho valle sin alturas y sin poblaciones más que en los bordes. Después se permitió que en ese pasillo se fueran construyendo urbanizaciones de lujo y la zona se fue poblando. Ahora, con la ampliación del gran Barajas, llegan las molestias.
Cabe pensar que la decisión de construir el nuevo aeropuerto se deba a que, aunque se haya perdido una de las ventajas, aún se mantiene la otra: un pasillo expedito a lo largo de muchos kilómetros sin ninguna altura apreciable. Pues no. Con las nuevas pistas se ha decidido abrir nuevas rutas en abanico, de forma que los aviones ya no salgan por el cauce del río, sino que se desvíen hacia los laterales del valle, con colinas de más de 700 metros.
¿Y por qué? ¿Para evitar las poblaciones? Tampoco, porque es precisamente en esos bordes del valle donde se encuentran, desde siempre, las poblaciones de la zona: Algete, Alalpardo, Fuente el Saz, Valdetorres, San Sebastián de los Reyes, El Molar... Entonces, ¿en qué cabeza se ha originado la idea? O, por mejor decir, ¿qué intereses están detrás de tan descabellada idea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de febrero de 2006