En algún momento de esta película plural, compuesta en cuatro movimientos, en la que se diseccionan, con la habitual ironía de Ventura Pons cuando aborda los sentimientos, las relaciones que entre sí establecen gentes de la Barcelona de hoy, se habla de que estamos ante "un vodevil de provincias". Y en una primera, y muy superficial visión, tal parece ser: personajes a menudo patéticos (alguno incluso de más: el que encarna Cecilia Rossetto, sin ir más lejos), caprichosos, relacionados entre sí en una suerte de danza circular, que muestran sus deseos, pero también su inconstancia.
Pero eso es sólo en primera instancia. A medida que se pasa del allegro assai del primer episodio, liviano, pero no por eso menos dramático en su resolución, y el ritmo se hace más pausado; a medida que descendemos en la escala social, de la cúspide de la pirámide alto-burguesa del primer episodio a la base proletaria e inmigrante del tercero, la mirada del narrador se va haciendo más incisiva, hasta desembocar en un último movimiento, ese finale rondo que cierra todas las soluciones narrativas. Ahí, en la resolución, nos sitúa Ventura Pons ante la lectura más posible del filme: a pesar de mostrar sendas historias de gente que vive vidas de pareja, o de adulterio, estamos en un terreno no muy lejano al que suele tratar el último François Ozon, el de la imposibilidad de la felicidad, el del desconocimiento profundo del otro.
ANIMALES HERIDOS
Dirección: Ventura Pons. Intérpretes: José Coronado, Aitana Sánchez-Gijón, Cecilia Rossetto, Marc Cartes, Cristina Plazas, Patricia Arredondo. Género: comedia dramática. España, 2005. Duración: 100 minutos.
Cada uno de los personajes está condenado a ver sus deseos insatisfechos, a chocar contra la indiferencia o contra el azar esquivo. En eso, como en la medieval Ronda de la Muerte, no hay clases sociales: todos padecen lo mismo, todos se agarran a lo que pueden para sobrevivir. Como apreciará el espectador de Pons, es éste un eslabón más en la ya larga cadena de historias que el cineasta ha forjado sobre el amor y sus contemporáneos. No es la mejor, pero tampoco desmerece de logros como Actrius, como Amic/amat: con este Ventura en la madurez de su oficio siempre se juega en terreno seguro. Y sus espectadores, agradecidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de febrero de 2006