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Crítica:

Sin técnica no hay talento

Jorge Eines postula que el actor debe formarse no tanto desde una memoria emocional, como a través de un vínculo con sus compañeros o con el público.

Decía Horacio que al escritor le conviene tener dos cosas, técnica y talento, pero que puestos a elegir era preferible dominar la técnica y esperar a que el talento floreciese con ella. En su último libro, Hacer actuar, Jorge Eines insiste en una idea similar pero aplicada al oficio de actor. A primera vista esto puede parecer algo razonable y casi de cajón, sobre todo a los profanos en cuestiones de teoría y práctica de las técnicas de interpretación, pero para una gran parte de la tradición interpretativa en el mundo hispano, que ha bebido el agua de Strasberg como si no hubiera otras fuentes, resulta una afirmación revolucionaria.

La aparente paradoja del subtítulo, Stanislavski contra Strasberg, resume la reacción del autor contra el secuestro intelectual que se hizo en Estados Unidos de la obra de Konstantin Stanislavski, y más específicamente contra la apropiación que llevó a cabo Lee Strasberg en el Actor's Studio. En Hacer actuar se defiende que el actor tiene que dominar una técnica y que esta técnica no consiste en buscar compulsivamente una o varias neurosis a las que aferrarse para hacer bien su trabajo. A la larga, por profunda que sea esta senda y por bien que lo haga el actor, difícilmente llegará a sentir lo que supone matar al padre y casarse con la madre, precisamente porque no se trata de sentir, sino de transmitir sentimientos, de provocarlos. La consecuencia de estas técnicas ha sido una desvinculación y un aislamiento del actor.

HACER ACTUAR Stanislavski contra Strasberg

Jorge Eines

Gedisa. Barcelona, 2005

176 páginas. 24,66 euros

Frente a este individualismo extremo, muy norteamericano y romántico, Eines defiende una técnica fundada no en algo tan subjetivo y atrabiliario como la memoria emocional, sino en los conceptos de vínculo y negociación que, en esencia, subrayan que actuar consiste más en crear relaciones con otros personajes y en involucrarse en un proceso con un director y con un público, que en pegarse una panzada de emociones, por muy propias y auténticas que sean. Como Horacio, Eines respeta el talento, pero con este excelente libro viene a recordar que sin técnica no hay talento que valga.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de febrero de 2006

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