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Crítica:

Servidora de Venus

En el Antiguo Testamento se relata la historia que da título a la última novela de Marta Sanz (Madrid, 1967), Susana y los viejos. La joven Susana estaba a punto de darse un baño medio desnuda cuando fue sorprendida por dos viejos que le hicieron proposiciones sexuales. Como estaba felizmente casada, los rechazó. Los viejos se vengaron acusándola de adulterio, que entre los judíos estaba castigado con la lapidación. Entonces Daniel salió en su defensa y demostró que habían sido los viejos los que se habían propasado con ella. La Susana bíblica salvó la honra y la vida. La Susana de esta novela es harina de otro costal, aunque guarda una curiosa relación con la casta mujer de las Escrituras.

SUSANA Y LOS VIEJOS

Marta Sanz

Destino. Barcelona, 2006

301 páginas. 19 euros

Decía Tolstói que las familias felices no dan para buenas novelas. Susana y los viejos es el retrato de la familia de Felipe Amaro, un arquitecto de éxito cuyo padre, un anciano desvalido, sigue viviendo en su propia casa gracias a los cuidados de la criada, Clara, y de una geriatra llamada Susana. Clara está al tanto de los cuidados especiales que el anciano recibe de Susana, y esta información será la que procure un desenlace a la historia.

Pero lo mejor de Susana y

los

viejos se encuentra en la crudeza de los retratos. Con un detallismo magnífico, fijándose en la sustancia que hace de cada personaje un universo, y gracias a que el narrador comparte con ellos la labor de procurarnos distintos puntos de vista para observar la realidad, llegamos a comprender los intereses cruzados y los odios permanentes que minan esta familia que podría parecer feliz y no lo es en absoluto. Al final hasta esta Susana, que es bondadosa por razones opuestas a las del Antiguo Testamento, terminará malparada en este retrato buñuelesco.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de febrero de 2006

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