Contemplo estupefacta los grandes fastos y congratulaciones que provoca la inauguración de la terminal T-4 de Barajas.
Esta gran alegría es recibida con temor por los vecinos que contemplamos el vuelo de los aviones sobre nuestras cabezas y cómo los pilotos no respetan las rutas acordadas para no molestar a los sufridos habitantes "de abajo".
Esta terminal producirá el 13% de la riqueza de la Comunidad de Madrid pero afecta a 800.000 ciudadanos que la pueblan, incluyendo instituciones escolares que tendrán que interrumpir las matemáticas, o la lengua cuando sean sobrevoladas en aras del progreso y de la riqueza. Estos estudiantes verán reducido su rendimiento escolar y es previsible que no contribuyan tanto a este avance económico. Tampoco lo harán los trabajadores que duerman sometidos al estruendo de los vuelos nocturnos o los recién nacidos que no descansen bien o sus madres o un largo etcétera.
Supongo que somos "daños colaterales del progreso" Yo no me opongo al crecimiento de mi Comunidad pero no dejo de preguntarme si no habría otra manera de hacer las cosas. Por ejemplo no concentrando el tráfico aéreo en una zona y diversificándolo por el territorio como ocurre en las grandes ciudades europeas con las que tanto nos comparamos.
Todas ellas tienen varios aeropuertos distribuidos en diversos lugares lo que descongestiona el tráfico tanto terrestre como aéreo. ¿A qué viene esa manía de concentrarlo todo? ¿Por qué siempre tiene que haber perjudicados que no eligieron vivir con ruido, sino todo lo contrario y ahora se lo ponen en casa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de febrero de 2006