Lo peor que le puede pasar a un núcleo urbano es que se le declare pedanía, y eso le pasó a Pinedo. Según cuentan los nativos de la zona, Pinedo tenía una buena huerta, unas acequias por las que corrían aguas limpias y transparentes con gran variedad de plantas, flores y árboles. Tenía una buena playa, en la que se podía nadar. Tenía buenas comunicaciones con sus vecinos de Castellar y La Punta.
Pero... ¿qué pasó? Alguien decidió cambiar nada más y nada menos que el cauce del río Turia, y con esa obra le tocó la peor parte a Pinedo. El bonito pueblo se encontró de pronto con su primera expropiación, que daba paso a un pueblo roto, dividido; perdía su barrio Els Tres Camins, que de tres caminos sólo se quedó con uno al que se accedía con automóvil; los accesos peatonales desaparecieron. Pierde sus comunicaciones con sus vecinos de Castellar y La Punta, por autopistas que cruzan de cualquier manera y túneles tercermundistas que provocan accidentes. Le construyen la mayor depuradora de Valencia, con más expropiaciones y más deterioro del hábitat; y por si no fuera suficiente, unos pocos años más tarde llega la ZAL, que todos recordamos y padecimos como el mayor atentado a la huerta y a las personas que de ella vivían. Pues tampoco es suficiente y ahora están maquinando que Pinedo pierda lo único que le queda, un trocito de playa, que aunque el paseo que la recorre es de un diseño chapucero, nos hemos acostumbrado a él y lo hemos convertido en la rambla de nuestra pedanía.
Señores políticos y responsables, dejen en paz a Pinedo, ya que cuando se acuerdan de la pedanía es para reducirla. Nunca se han acordado para dotarla de buenos servicios: escuelas, piscina, polideportivo, autobuses con horarios no tercermundistas, etc., y ahora quieren ubicar el puerto pesquero en Pinedo. De verdad, ¡olvídennos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de febrero de 2006