Señor director, permítame que utilice su periódico para dar las gracias a una madre. Querida madre, me imagino lo duro que ha tenido que ser denunciar a tu propio hijo. Me imagino que te preguntarás en qué me he equivocado al educar a mi hijo para que actúe de esa forma.
Querida madre, tengo una hija de cinco años con síndrome de Down y hoy, al oír las noticias, reconozco que inicialmente he sentido rabia, pero luego he sentido orgullo. Y he sentido orgullo porque algo está cambiando en nuestra sociedad cuando una madre es capaz de denunciar a su propio hijo porque considera que ha tenido un comportamiento inadecuado.
Yo, querida madre, hace seis años no sabía que iba a tener una hija con síndrome de Down; ¿te imaginas cómo me sentiría yo ahora si hubiese maltratado a alguna persona con esta alteración cromosómica? Estimada madre, explícale a tu hijo que ese trabajo que el juez le ha impuesto no lo vea como un castigo, porque entonces el objetivo del trabajo no estará cumplido. Que intente verlo como una asignatura más de su currículo vital. Una vez más, gracias, querida madre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de febrero de 2006