EL PAÍS publicó el pasado 21 de febrero una carta al director bajo el título "Sobre Dinamarca" de don César S. Morión, que, según informa, ha residido en Dinamarca desde el año 2000. El señor Morión describe en su carta una imagen muy negativa de Dinamarca y del trato y actitud de los daneses hacia los extranjeros. A mi juicio, se está dando una descripción de la situación altamente distorsionada, la cual me veo obligado a comentar respetando, naturalmente, el derecho del señor Morión de tener y expresar una opinión diferente a la mía.
Necesito corregir contundentemente al firmante de la carta al afirmar que no hay plena libertad de expresión en Dinamarca ni tampoco libertad en otros ámbitos, ya que estos derechos se hallan permanentemente bajo control. A mi entender, precisamente, el gran volumen de artículos publicados en y sobre Dinamarca a lo largo de estos últimos meses demuestran que gozamos del más alto grado de democracia, en la que se respeta, y aplica, plenamente la libertad de expresión, la libertad de prensa y los derechos de las minorías. Se trata de libertades que tenemos en gran estima. Celebro muy de veras que tanto en Dinamarca como en España y en muchos otros países exista la libertad de expresión como un derecho constitucional, de la que nos podemos valer todos y también el señor Morión.
Como declaró nuestro primer ministro, Anders Fogh Rasmussen, "los daneses llevan generaciones luchando a favor de la libertad política, los derechos humanos, la democracia, la libertad económica y el libre comercio, así como por un mundo libre y civilizado. Continuaremos haciéndolo. Forma parte de nuestra historia y es parte esencial de nuestra sociedad hoy en día".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de febrero de 2006