La publicidad dicen que informa, pero en el caso que nos atañe, todo lo contrario, desinforma. No nos engañemos, la publicidad fue creada para provocarnos necesidad de compra, no de criterio. La campaña publicitaria de la compañía de telefonía ONO es un claro ejemplo de ello.
Soy cliente de la susodicha empresa y lo que prometen en sus anuncios me ha resultado una gran utopía. Veinte días llevo pagando y llamando a un 902 para que reactiven mi línea telefónica, pero sus respuestas son en cada llamada de lo más kafkiano y diverso. La primera fue que les había pedido un cambio de contrato, la segunda que existía una avería general en mi barrio, la tercera que yo me había dado de baja y la cuarta que ya me llamarán para resolver mi problema. En resumen, me pregunto dónde está ese famoso Estado de derecho que muchos políticos proclaman mientras la impotencia rige mi destino.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de febrero de 2006