No reconocerías la feroz
desidia que ha quedado.
No deseo ser dócil ahora que envejezco,
pero un viejo rebelde es aún más inútil.
La lucidez es parte de este frío
y el amor está ahora en tu silencio.
El mañana enmudece como un grifo
cuando las cañerías se han helado,
y el pasado me escribe sus cartas con el código
de un horario que nunca cumpliré:
lo entiendo, pero estoy ya muy cansado,
y la puerta cuarteada, vieja y sucia,
que ahora voy a abrir no dará al Paraíso.
Prefiero la música a la vida.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 25 de febrero de 2006