El Ayuntamiento de Madrid, gobernado por el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, ha tomado esta semana una iniciativa que, vista la revuelta que ha ocasionado, augura una larga discusión. Desde el miércoles, aparcar el coche en 17 nuevos barrios y los cascos históricos de tres distritos periféricos (Carabanchel, Hortaleza y Fuencarral) ha dejado de ser gratis y sin límite alguno de tiempo. La fórmula elegida para disuadir del uso del automóvil en el centro de la ciudad y mejorar la movilidad, denominada por el Ayuntamiento Servicio de Estacionamiento Regulado (SER), ha soliviantado a vecinos, movilizado a la oposición y ocasionado acciones vandálicas, con arranque de parquímetros incluido. Y, sin embargo, se trata de una medida que la mayoría de expertos considera necesaria y que las grandes capitales europeas han implantado desde hace tiempo sin que les haya temblado la mano. En general, los resultados han sido más que positivos.
La sublevación vecinal ha cogido por sorpresa a Gallardón, que se ha mostrado "absolutamente" seguro de que los habitantes de estos barrios se convencerán "en unos días o semanas" de las virtudes de un sistema que, en su opinión, ha mejorado la calidad de vida de los residentes en otras zonas. Los madrileños pierden en atascos más de 250.000 horas cada día, según algunos expertos. La falta de espacio es acuciante y la introducción de parquímetros se convierte en una medida imprescindible para gestionar de forma racional el que todavía queda: los ciudadanos pagan por un bien común, al igual que tasas y tarifas, en general, contribuyen a racionalizar el uso de otros recursos y servicios. Dicho esto, también existe un consenso general entre los expertos y la ciudadanía en que la extensión del aparcamiento regulado en Madrid debería haber seguido otras pautas. Algunas de ellas, puramente técnicas -pero absolutamente necesarias-, consisten en un detallado plan de movilidad y, sobre todo, una potenciación consciente, sostenida y eficaz del transporte público. Otras, como un gran debate para que los vecinos entiendan y asimilen el plan municipal, son más políticas, aunque no resultan menos necesarias. Su ausencia sorprende en un equipo municipal que en otras ocasiones ha estado más atento a la sensibilidad de los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 5 de marzo de 2006