¿Qué pasará el día en que un jugador negro se harte y abandone de verdad el campo? Esa es la pregunta que se hace el fútbol italiano. Marco André Zoro, como Eto'o en el Zaragoza-Barcelona, estuvo a punto de largarse durante un Messina-Inter de noviembre pasado. Desde la curva que alojaba a los tifosi visitantes partían continuos gritos simiescos y Zoro, defensor africano del Messina, agarró el balón con las manos y dijo que se iba. Otros jugadores negros, como los interistas Adriano y Martins, le convencieron. Nadie sabe, sin embargo, qué habría ocurrido si Zoro hubiera enfilado al vestuario.
Algún día pasará. A falta de jurisprudencia, todo dependerá entonces del equipo afectado (que puede sustituir al futbolista que abandona, o acompañarle en la retirada) y en último extremo del árbitro, que deberá decidir si los gritos racistas justifican la suspensión del encuentro. El resto (si el partido se repite a puerta cerrada, o si lo gana el equipo de jugador insultado) corresponderá a las autoridades deportivas.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de marzo de 2006