Pocas trayectorias profesionales al servicio de la función pública pueden exhibir una hoja de servicios como la de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, hoy secretario de Estado de Hacienda y, probablemente, a partir de julio de este año, gobernador del Banco de España. Si finalmente es nombrado para este cargo en julio, resultaría difícil objetar su currículum o la pertinencia de su perfil, personal o público, que, con muy breves paréntesis temporales, responde a la idea cabal de un servidor del Estado.
La reacción esquinada del PP sostiene que el nombramiento casi anunciado de Fernández Ordóñez mancilla la deseada independencia de la autoridad bancaria y monetaria española, puesto que ocupa hoy un cargo importante en el Gobierno de Rodríguez Zapatero. El argumento, esgrimido con la tosquedad propia y habitual del diputado Vicente Martínez Pujalte, desprecia el probado carácter independiente del candidato, su demostrada autonomía intelectual respecto a los Gobiernos que le nombraron -son públicas sus arraigadas posiciones liberales, bien opuestas a la ideología mayoritaria en el PSOE- y su evidente competencia profesional para ocupar el puesto. Si el PP considera que la calidad de cargo público imprime carácter e impide el servicio en un organismo regulador independiente, bien podría haber caído en ello cuando designó gobernador en julio de 2000 a Jaime Caruana, que ocupó la dirección general del Tesoro en el ministerio de Rodrigo Rato.
No parece excesivo conceder al menos el beneficio de la duda a Miguel Ángel Fernández Ordóñez, entender que se ganará la confianza del sistema financiero y que velará por la solvencia de bancos y cajas, y mantendrá ese nivel de crítica prudente y razonable a la política económica del Gobierno cuando sea necesario. Exactamente como lo han hecho los gobernadores anteriores, gracias a cuya gestión se convirtieron en firme referencia analítica para inversores, economistas y consumidores. El PP y quienes discuten hoy la figura del próximo gobernador deberían tener más y mejores razones para oponerse a su candidatura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de marzo de 2006