Aníbal Cavaco Silva es, desde ayer, el nuevo jefe del Estado portugués. El ex primer ministro, de 66 años, juró su cargo de presidente durante un acto solemne y sobrio. En su discurso de investidura, el líder conservador ofreció al Gobierno socialista su "total disponibilidad" para "una cooperación leal y fructífera", una "auténtica cooperación estratégica", basada en "consensos amplios" y diálogo social.
El objetivo, dijo Cavaco, es una "estabilidad política dinámica". "La estabilidad es esencial, pero no es un valor en sí mismo", afirmó. "Y para que no se confunda con inmovilismo, es necesario imprimirle un sentido dinámico y reformista".
La toma de posesión del nuevo presidente, ex primer ministro y doctor en Economía, se celebró en la Asamblea de la República, ante 900 invitados nacionales y extranjeros, entre ellos los príncipes de Asturias.
Con Lisboa, tomada por 1.000 miembros de las fuerzas de seguridad, el Palacio de Sao Bento vigilado por helicópteros y francotiradores y el hemiciclo poblado de políticos nacionales y algunas caras conocidas del exterior (desde George Bush padre a Giscard D'Estaing, pasando por Jacques Delors o el presidente del Partido Popular Europeo, Wilfred Martens), Cavaco habló durante 35 minutos para insistir en las ideas básicas que desgranó durante la campaña y lanzar algunos retos nuevos a un país que, dijo, "debe ponerse en actitud de dedicación al trabajo, rigor y persistencia".
Sin caer en un tono apocalíptico, pero dejando clara la gravedad de la situación, Cavaco hizo un llamamiento a la movilización y el compromiso cívico en la lucha por "aumentar la productividad y la competitividad", "crear una obra común", superar las diferencias ideológicas y salir de la crisis.
"Dignidad y patriotismo"
Cavaco, que fue aplaudido varias veces por el arco parlamentario conservador (la ovación sólo fue unánime y cerrada cuando mencionó "la dignidad y el patriotismo" del presidente cesante Jorge Sampaio), se marcó cinco grandes desafíos políticos para los cinco años de mandato: lograr un mayor crecimiento económico, aumentar la cualificación de los trabajadores, las empresas y la enseñanza; mejorar la eficacia de la justicia; mantener la sustentabilidad de la seguridad social y lograr que el sistema político tenga más credibilidad luchando "sin tregua" contra la corrupción.
Las reacciones al discurso presidencial de Cavaco fueron dispares. El primer ministro, José Sócrates, que no aplaudió la intervención, dijo haber notado "gran sintonía" con las ideas del Gobierno. La izquierda radical, comunistas y Bloco de Esquerda, lamentaron la falta de referencias a las profundas desigualdades sociales que vive el país y a la situación internacional más candente (Irán e Irak). Y la derecha consideró que fue el discurso de un "jefe de Estado".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de marzo de 2006