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Crítica:

Teoría del asombro

La artista argentina Mónica van Asperen titula La rueda de Platón la exposición que presenta en Madrid. Sus fotografías son puestas en escena o coreografías en las que los personajes adoptan extrañas actitudes. Metáforas corporales producto de un momento de asombro.

Si hemos de conceder crédito todavía a la teoría adánica de la belleza, intuida por los románticos y acuñada por los surrealistas, habría que aceptar que las obras más reveladoras de esta exposición de Mónica van Asperen son las fotografías en las que se ve a un grupo de mujeres muy jóvenes manipulando en un interior doméstico bolsas transparentes de plástico llenas de agua. Esas imágenes resultan raras e insólitas aunque lo sean de una manera muy distinta a como lo son las restantes imágenes que las acompañan en las salas de la galería, que tendrían que resultar igualmente extrañas por los insólitos acoplamientos que muestran de cuerpos con tubos inflados de colores o con figuras o emplastos de arcilla. Pero de esta extrañeza nos libra de inmediato el convencimiento de que esos cuerpos desnudos están en situaciones evidentemente teatrales, interpretando un drama o una coreografía cuyo sentido quizá no lograremos descifrar plenamente pero que aun así no se nos escapa del todo. Puede que no sepamos en definitiva qué hacen estos actores, pero sí sabemos que lo que hacen es teatro. Y el teatro nos resulta mucho más familiar que situaciones como las que inspiraron a Mónica van Asperen las fotografías dedicadas a las chicas que manipulan bolsas repletas de agua. "Durante la última de las inundaciones que han padecido los barrios bajos de Buenos Aires", cuenta la artista, "vi que había gente, con el agua hasta las rodillas, dedicada a llenar bolsas de agua. Y me sorprendí tanto que decidí hacer algo con esa sorpresa". A mí sus palabras me resultan por lo demás la mejor confirmación de la teoría adánica que mencioné arriba, para la cual la belleza surge del descubrimiento de lo insólito en lo que es más cotidiano o familiar. "Iluminaciones" llamó Walter Benjamín a esos estados de gracia en los que de repente lo natural se nos aparece como sobrenatural y lo real como surreal, como sobrerreal. Cierto: podría intentarse la objeción de que las inundaciones son unas catástrofes que por extraordinarias tienen poco o nada de habitual. Y sin embargo no se iría lejos. Las inundaciones -como los ciclones, los terremotos y los tsunamis- se han transformado -gracias a unos medios entregados a la explotación de las catástrofes- en unos acontecimientos rutinarios. Y si algo convierte en inolvidables las imágenes de Van Asperen de las que estoy hablando es, precisamente, que hayan logrado reconstruir eficazmente el asombro con el que ella vio, como vistas por Adán, o sea, por primera vez, las penas y los estragos causados por una devastadora inundación.

MÓNICA VAN ASPEREN

'La rueda de Platón'

Galería Fernando Pradilla

Claudio Coello, 20. Madrid

Hasta el 18 de marzo

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de marzo de 2006